Figura y personalidad de Artigas
Crónica general del Uruguay
Washington Reyes Abadie – Andrés Vázquez Romero
autor: www.lamochila.com.uy
Al producirse el estallido de la Revolución Oriental, José Artigas
tenía ya cuarenta y siete años de edad. Su experiencia vital que le
hacía el más sagaz intérprete de la tierra y de los hombres de la Banda
Oriental y comarcas circundantes lo autorizaba para ser el conductor
señalado del destino de los pueblos platenses en su tránsito del viejo
régimen hispánico al nuevo orden de la libertad.
Algunos de sus
contemporáneos han dejado la descripción de su figura y personalidad
moral, referida al momento de su apogeo en 1815. Así dice en sus
Memorias el Gral. Nicolás de Vedia, que lo conoció desde el colegio,
donde fue su compañero:
“Es Artigas de regular estatura, algo recio y ancho de pecho. Su rostro es agradable; su conversación afable y siempre decente; come parcamente, bebe a sorbos, jamás empina los vasos. No tiene modales agauchados, sin embargo de haber vivido siempre en el campo”.
“Es Artigas de regular estatura, algo recio y ancho de pecho. Su rostro es agradable; su conversación afable y siempre decente; come parcamente, bebe a sorbos, jamás empina los vasos. No tiene modales agauchados, sin embargo de haber vivido siempre en el campo”.
Larrañaga también lo recuerda en ocasión de entrevistarlo en Paysandú, en junio de 1815:
“...En nada parecía un general. Su traje era de paisano y muy sencillo: pantalón y chaqueta azul, sin vivos ni vueltas, y zapatos y medias blancos y un capote de bayetón eran todas sus galas, y aun todo esto pobre y viejo. Es hombre de una estatura regular y robusta, de color bastante blanco, de muy buenas facciones, con la nariz aguileña, pelo negro y con pocas canas; aparenta tener unos cuarenta y ocho años, su conversación tiene atractivos, habla quedo y pausado; no es fácil sorprenderlo con largos razonamientos, pues reduce la dificultad a pocas palabras y lleno de mucha experiencia, tiene una previsión y un tino extraordinarios. Conoce mucho el corazón humano, principalmente el de nuestros paisanos y así no hay quien le iguale en el arte de manejarlos. Todos lo rodean y todos lo siguen con amor, no obstante que viven desnudos y llenos de miseria a su lado...”.
Y el propio Bartolomé Mitre, que contribuirá decisivamente a imponer la “leyenda negra” sobre el caudillo, dejó un manuscrito inédito redactado en 1841, en Montevideo, donde decía:
“...En nada parecía un general. Su traje era de paisano y muy sencillo: pantalón y chaqueta azul, sin vivos ni vueltas, y zapatos y medias blancos y un capote de bayetón eran todas sus galas, y aun todo esto pobre y viejo. Es hombre de una estatura regular y robusta, de color bastante blanco, de muy buenas facciones, con la nariz aguileña, pelo negro y con pocas canas; aparenta tener unos cuarenta y ocho años, su conversación tiene atractivos, habla quedo y pausado; no es fácil sorprenderlo con largos razonamientos, pues reduce la dificultad a pocas palabras y lleno de mucha experiencia, tiene una previsión y un tino extraordinarios. Conoce mucho el corazón humano, principalmente el de nuestros paisanos y así no hay quien le iguale en el arte de manejarlos. Todos lo rodean y todos lo siguen con amor, no obstante que viven desnudos y llenos de miseria a su lado...”.
Y el propio Bartolomé Mitre, que contribuirá decisivamente a imponer la “leyenda negra” sobre el caudillo, dejó un manuscrito inédito redactado en 1841, en Montevideo, donde decía:
“Artigas era verdaderamente un hombre de
hierro. Cuando concebía un proyecto no había nada que lo detuviera en su
ejecución, su voluntad poderosa era del temple de su alma y el que
posee esta palanca puede reposar tranquilo sobre el logro de sus
empresas. Original, en sus pensamientos como en sus maneras, su
individualidad marcada hería de un modo profundo la mente del pueblo”.
“Activo pero silencioso, hablaba muy poco y sus órdenes más terminantes
se expresaban por el lenguaje mudo que pedía la vida o la muerte de los
gladiadores. Sereno y fecundo en arbitrios, siempre se mostró superior
al peligro”.
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